Inteligencia emocional (2/2)


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Inteligencia emocional (2/2)

Según Daniel Goleman, autor del famoso libro “Inteligencia emocional”, la esta inteligencia es “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones”. Esta definición es muy buena y lo deja muy claro, así que partamos de ella. Para empezar, ¿qué son los sentimientos o emociones? En la primera parte de esta publicación, hablo acerca de cómo las emociones son energía que está en movimiento por todo nuestro cuerpo.

Para ampliar un poco más esta idea: además de ser energía en movimiento, es la energía que nos mueve. Es nuestro combustible para vivir la vida, el cual se ve complementado por la inteligencia racional, la cual nos dice hacia dónde nos vamos a dirigir con este combustible emocional. De hecho, al hemisferio izquierdo del cerebro se le atribuye la parte racional y al derecho la parte emocional. Es como si fuéramos dos seres distintos en uno solo: uno piensa y el otro siente.

Algo que debemos saber es que el aprendizaje, lo cual podríamos atribuirle a nuestro ser “pensante”, se ve afectado directamente por la emoción que sentimos cuando estamos aprendiendo algo. Temas que son poco apasionantes para nosotros van a ser más complejos de entender y aprender, ya que la emoción no nos está “moviendo”; no está impulsándonos a interesarnos. Por otro lado, todos parecemos tener una predisposición de aprendizaje para con aquellos temas que nos gustan, ya que nos genera emociones positivas.

Esto, además de ser conocimiento muy relevante para conocer cómo funcionamos, es un ejemplo muy claro acerca del siguiente punto: la emoción siempre le gana a la razón. Nosotros, antes de ser seres racionales, somos seres emocionales. Y es por el relativamente reciente descubrimiento de esto, que se ha generado un gran interés por la inteligencia emocional, la cual ahora está considerada como un factor de éxito sumamente importante, incluso más que la inteligencia lógico-matemática.

No importa que seamos los mejores resolviendo problemas o haciendo planes, si no tenemos la capacidad de reconocer nuestras emociones y la de los demás, y trabajar con ellas, no vamos a realizarnos plenamente, ya que como ya mencioné: somos un ser que piensa y otro que siente. Actualmente, gran parte del sistema educativo se enfoca en y premia al ser pensante, dejando de lado al ser emocional, derivando en una brecha enorme de desarrollo en las áreas que conforman a la inteligencia emocional: auto-conciencia, auto-regulación, motivación, empatía y las habilidades sociales.

Dos de los problemas más serios que enfrenta la sociedad actual son el aislamiento de las personas y la depresión. Éstos están claramente relacionados con los componentes de la inteligencia emocional. Empecemos hablando por las habilidades sociales. Muchas personas muy exitosas ni siquiera tienen un título universitario, sin embargo, algo que sí tienen muy desarrollado, es su capacidad para relacionarse con los demás. Como dice el dicho: si quieres llegar rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve acompañado.

Somos por naturaleza seres sociales, y es un hecho que aislarnos de los demás y carecer de contacto social genera daños psicológicos muy serios. Asimismo, está en nuestra naturaleza el saber cómo relacionarnos. Parte de lo interesante acerca de la inteligencia emocional es que no existe un formulario el cual sigas y te de la respuesta a lo que buscas. Todo acerca del desarrollo emocional es a base de prueba y error, y aunque es cierto que algunas personas nacen con una predisposición a ser más sociales que otros, TODOS contamos con las herramientas necesarias para relacionarnos con los demás.

La cuestión que se debe tomar en cuenta es que muchos eventos que nos generaron emociones negativas, nos dieron un aprendizaje negativo (y profundo, ya que hubo emociones involucradas). Esto puede llevarnos a cerrarnos para “protegernos” y evitar volver a sentir esas emociones negativas, lo cual resulta en una afectación en el desarrollo de las habilidades sociales. Parte de éstas es entender la motivación de los demás, que es otro de los componentes de la inteligencia emocional, viene de SUS experiencias y SU aprendizajes, por lo cual siempre tienen razones por las cuales actúan como lo hacen.

Y esto no es justificación. El hecho de que alguien haya sido lastimado por otra persona, no le da derecho de ir por la vida lastimando a los demás. Pero la herramienta de la inteligencia emocional que entra en juego ahora es la empatía. La empatía no es simplemente sentir lo que el otro está sintiendo y ya. Va más allá; es algo más profundo. Para lograr empatizar con alguien, necesitamos tener la habilidad de ponernos completamente en su contexto y entender la situación, no quedarnos solo en el contenido.

Un ejemplo de esto podría ser cuando alguien pierde a su mascota. Quedarnos en el contenido sería tan solo entender que es algo triste y lamentable, pero solo era una mascota. Entender el contexto es analizar que esa mascota podía significar todo para la persona que la perdió. Podía ser su única compañía, podía haber sido el sueño de toda su vida tener justamente ESA mascota, podía ser la razón por la que esperaba ansiosamente el final del día; para poder verla. Logramos ser empáticos cuando hacemos lo posible por considerar TODAS las variables involucradas en la situación que está viviendo alguien, y acompañándolos completamente.

Y de hecho, al ser empáticos es que también logramos entender por qué las personas actúan como lo hacen; entendemos su motivación. Ésta es otro elemento de la inteligencia emocional, y si las emociones son energía o combustible, la motivación es la razón por la cual ocupamos este combustible. Todos tenemos motivaciones que para nosotros son completamente válidas, y que hacen que todo valga la pena. No obstante, para los demás, que tienen un aprendizaje (y una motivación) diferente, pueden no parecer motivo suficiente para impulsarnos.

Sin importar que tan grande o pequeña nos parezca nuestra motivación o la de los demás, debemos, primeramente, respetar la motivación de los demás. Aquí ya estamos aplicando la empatía y las habilidades sociales. También, debemos tener la capacidad de auto motivarnos. Habrán veces en las que a medio camino sintamos que nos estamos quedando sin combustible o sin emoción que nos permita seguir persiguiendo nuestro sueño. Pero parte de la inteligencia emocional es conocernos lo suficiente, o la auto-conciencia, es saber cómo gestionar nuestra energía para no perder de vista la motivación que nos un motivo.

La auto-conciencia, además de ayudarnos a conocer y manejar nuestras emociones de una manera adecuada y óptima, nos vuelve conscientes (valga la redundancia) de nuestras fortalezas y debilidades. Cuando nos conocemos bien y aprendemos qué nos hace bien y qué nos hace mal, qué nos gusta y qué no nos gusta, tenemos el control de nuestra vida ya que sabemos justamente qué necesitamos para ser felices. Con esto viene un alta auto-estima, junto con la capacidad de poder aprovechar al máximo nuestras virtudes, y de identificar nuestras áreas de oportunidad para poder trabajar en ellas.

Por último (no por eso menos importante) tenemos la auto-regulación. Dejé al último esta área de la inteligencia emocional porque pienso que todo en la vida se determina por límites sanos. Debemos saber qué tanta interacción social es buena para nosotros. Qué tanta empatía podemos sentir antes de empezar a cargar las cuestiones de los demás y volvernos la Madre Teresa. Qué tanta conciencia de nosotros mismos es saludable tener, y cuándo ya estamos cayendo en la crítica innecesaria, o estamos dejando de disfrutar el presente por estar analizándonos de más. Y también qué tanta energía es sano que invirtamos por nuestra motivación.

Cuando no tenemos auto-regulación, literalmente no tenemos el control de nuestra vida porque no sabemos medirnos. Vamos a estar o en la escasez, sin dar tanto como deberíamos; o en el exceso; dando de más. Enfocándonos en las emociones, vamos a ser muy polares. Un ejemplo es que podemos encontrarnos enamorándonos de una persona por habernos tratado bien. O enojarnos mucho con alguien (o con nosotros mismos) por cuestiones casi insignificantes. Podemos tener un ataque de ira por algo pequeño, o una trivialidad puede detonarnos una profunda tristeza.

El libro que recomiendo para este tema es precisamente el de “Inteligencia Emocional” de Daniel Goleman. Este libro es como el antiguo testamento de la inteligencia emociona, ya que fue pionero en el tema y puso esta inteligencia en el mapa. Tras su publicación, muchas más personas empezaron a investigar y a hablar al respecto. Ejemplifica con muchos casos cómo, al desarrollar esta inteligencia, la vida de las personas da un giro y cambia por completo, ya que generan la capacidad de controlar su vida y con ello mejorarla.

Te invito a ver el video que hice respecto a este tema en YouTube (https://youtu.be/CewUL1TfrOM) y a seguir la cuenta de Instagram @mente.empoderada (https://www.instagram.com/mente.empoderada/) en donde diariamente publicaré afirmaciones positivas y ejercicios de visualización para ayudarte a cambiar tus creencias negativas. Gracias por tomarte el tiempo de leer. Recuerda que la felicidad es una decisión; decide ser feliz hoy. Nos vemos la próxima semana.

Comentarios

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