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Espiritualidad 101: el tiempo
Uno de los propósitos de la espiritualidad es ayudar en el cambio de la perspectiva dualista que se tiene la mayor parte de la vida, en donde todo tiene polaridades opuestas; es decir, bueno y malo; luz y oscuridad; calor y frío; y se busca adquirir una perspectiva unificada en donde las cosas no se vean como opuestos, sino como un todo. La maldad no es lo opuesto a la bondad, es la ausencia de ésta. La oscuridad es la ausencia de luz. El frío es la ausencia de calor. Entender esto es necesario para poder darnos cuenta de que las cosas no tienen un opuesto, sino que todo es parte de una sola unidad.
El pasado no es el opuesto al futuro ni viceversa; ambos simplemente son una ilusión creada a partir de la falta de presencia en el aquí y el ahora. El tiempo es una de las mayores percepciones de la dualidad, y también es una de las que están más arraigadas en la mente de las personas. Uno de los principales enfoques de la espiritualidad está en el reconocimiento de que lo único real es el presente: el pasado no lo recordamos tal cual fue, ya que lo experimentamos a partir de un posicionamiento que ha sesgado información. Por otro lado, el futuro solo existe en nuestra imaginación: es imposible saber cómo será.
El problema de vivir apegados a los conceptos de “pasado” y “futuro” es que nos quita lo único que tenemos garantizado –el presente– y éste queda reemplazado por pensamientos que no necesariamente son reales. Está comprobado que nuestros recuerdos, así sean negativos, positivos o neutros, no están completamente apegados a como realmente fueron las cosas. La gran mayoría de las personas percibimos la realidad a través de los lentes de nuestros prejuicios, creencias, ideas, posicionamientos y conceptos. Todo lo que recordamos, lo estamos recordando con un filtro que nos impide vivir las cosas tal cual son.
Asimismo, lo que imaginamos que será el futuro también está filtrado a través de nuestros prejuicios, creencias, ideas, posicionamientos y conceptos. El pasado y el futuro son para mucha gente fuentes de malestar; una frase dice que mucho pasado es depresión, mientras que mucho futuro es ansiedad. Claro que está bien recordar los momentos agradables y visualizar y planear el futuro, pero es conveniente hacerlo siempre con los pies firmemente plantados en el ahora. Todos los seres iluminados han compartido enseñanzas acerca de lo transformador que es vivir la vida desde el momento presente.
Está comprobado científicamente que las personas no iluminadas vivimos con una percepción que está una diezmilésima de segundo retrasada al momento presente, ya que este es el tiempo que nuestro cerebro en interpretar todo aquello que es percibido por nuestros sentidos. No obstante cuando se alcanza la iluminación espiritual, los hemisferios cerebrales se sincronizan por completo y esa fracción de segundo de retraso desaparece, accediendo así a lo que Eckhart Tolle describe en su obra El Poder del Ahora. La principal característica del ahora, a diferencia del presente y el futuro, es que hay una profunda paz.
Es importante darnos cuenta de cómo todos nuestros malestares vienen de recordar cosas que ya sucedieron, o pensar en cosas que están por suceder. Se nos ha enseñado desde la infancia a planear ansiosamente el futuro: desde cierta edad, se nos comienza a programar la visión de nuestra vida, en donde atenderemos a la escuela, luego a la universidad, y luego tendremos un trabajo o un negocio en el cual invertiremos el resto de nuestros días. Y no solo eso, sino que también se nos bombardea con la idea de que hay que tener culpa por el pasado, de que hay que juzgarnos a nosotros y a los demás, y de que debemos mantenernos alertas a algún castigo por cómo hemos actuado.
Afortunadamente, todos los efectos negativos programados en nuestra mente por una sociedad con una agenda para todas las personas, pueden ser eliminados cuando comenzamos a vivir desde la perspectiva del presente, más que de el pasado o del futuro. Se ha comprobado que la práctica de mindfulness o atención plena, técnica que nos conecta con el ahora, logra reestructurar nuestro cerebro, haciendo que poco a poco vayamos dejando todas nuestras reacciones, basadas en nuestros condicionamientos previos, y comencemos a experimentar las cosas justo como son y actuar correctamente, en lugar de hacerlo a partir de un recuerdo.
No solo eso, sino que el procesamiento de información también comienza a cambiar: una vez que conocemos algo, comenzamos a vivirlo con cierta predisposición, lo cual hace que las cosas vayan perdiendo la novedad. Pero cuando nos enfocamos en estar conscientemente presentes, en lugar de estar evaluando toda situación a través de nuestras experiencias previas, la información es procesada de una forma diferente en el cerebro, permitiendo que ésta se interprete justo como está pasando y no como percibimos que está pasando.
Otra enseñanza espiritual acerca de la ilusión del tiempo es que, al dejar de vernos sujetos a nuestro pasado o esclavizados a un solo futuro, logramos fluir con el momento presente; por el contrario, si nos aferramos a nuestros viejos conceptos e ideas y no permitimos que se renueve nuestra forma de ver y de vivir la vida, empezamos a oponer resistencia al flujo natural de las cosas, lo cual se ha demostrado que causa enfermedades tanto físicas como psicológicas, pues nos encontramos en un estado perpetuo de negación al no afrontar la realidad tal cual es.
En el momento presente simplemente existe una aceptación radical de la vida justo como es. Mantenernos en un mismo posicionamiento durante mucho tiempo no es natural para nuestra biología, ya que somos seres que están cambiando y renovándose a cada instante. Solo cuando somos capaces de soltar nuestra obsesión por el pasado y/o por el futuro, y aprendemos que lo único que existe es el aquí y el ahora, podemos retomar todo el poder que le hemos dado a nuestras ideas erradas de lo que fue o lo que será, y podemos utilizar este poder para transformar nuestra vida desde el presente: el único lugar en el que el cambio es posible.
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