Este mes haré una serie de publicaciones para hablar acerca de la felicidad y cómo ser feliz. Pienso que un buen lugar para comenzar a tocar este tema es en el origen de la infelicidad, es decir, el sufrimiento. Una característica que todas las personas compartimos es que todas buscamos evitar el sufrimiento y ser felices. Desafortunadamente, como no entendemos de dónde proviene el sufrimiento, nos la pasamos intentando “apagar incendios” en donde realmente no los hay. Por esto, a lo largo de nuestra vida y sin importar qué cambios hayan en nuestro mundo externo, ya sea nuestro estado socioeconómico, el lugar donde vivimos, o la gente de la que nos rodeamos, siempre parece haber algo que nos hace sufrir.
Desde que nacemos, nos vamos involucrando cada vez más con lo que está pasando a nuestro alrededor, y si nuestro entorno no fomenta la conexión con el mundo interno, entonces ésta no se desarrolla tanto como la conexión con lo externo. Pasan los años, y vamos dándonos cuenta que cuando pasan ciertas cosas, nosotros experimentamos sensaciones desagradables –o sufrimiento–. Ya sea que algo o alguien nos de miedo, nos lastime o nos decepcione, le atribuimos lo que sentimos a aquello que nos pasa. Es así que crecemos con la idea errónea de que la causa de nuestro sufrimiento es lo que nos pasa, y no la forma en la que reaccionamos a lo que nos pasa.
Eckhart Tolle, autor del libro El Poder del Ahora, dice que “la principal causa de la infelicidad no es la situación, son tus pensamientos sobre ella”. Vivimos en un sistema que no nos enseña que la única razón por la cual somos infelices, es porque las cosas no son como deseáramos que fueran. De hecho, se nos instala la creencia de que para ser más felices, tenemos que transformar cada vez más nuestro entorno. Necesitamos mudarnos a una casa más grande, en un fraccionamiento más bonito, teniendo un coche más lujoso, etc. Obviamente nada de esto está mal, si se entiende que la función de todas estas cosas NO es hacernos más felices. Tal vez nos hagan la vida más cómoda, pero definitivamente no nos hacen más felices.
Aprendiendo a postergar la felicidad
Además, casi toda nuestra formación se basa en darnos herramientas para lo que haremos en el futuro. Desde pequeños existe esta presión de saber a qué nos vamos a dedicar de grandes, para poder sustentar nuestra existencia. Todo el tiempo se nos prepara para enfrentar el futuro, no para habitar el presente, y así nos acostumbramos a postergar nuestra felicidad. La principal enseñanza del Budismo se basa en que toda persona tiene la capacidad de terminar con su sufrimiento en este momento. No tenemos que esperar a que las circunstancias sean las adecuadas; aquí y ahora, en el presente, ya tenemos acceso a la fuente de la felicidad, pero a muchos de nosotros no se nos enseña a dónde buscarla.
Entonces, envueltos en un sistema diseñado para hacernos creer que la felicidad se encuentra allá afuera, y que solo podemos conseguirla si contamos con ciertos requisitos, crecemos bajo la ilusión de que nuestra felicidad está a merced de lo que esté pasando en el exterior. De esta percepción de la vida proviene el sufrimiento: de que solo podemos ser felices siempre y cuando hayan ciertas cosas en nuestro entorno. Esta es una fórmula que está diseñada para fracasar, porque todo en el exterior es perecedero. Absolutamente todo lo que vemos en el mundo es temporal y eventualmente va a desaparecer. Y es cuando dejamos nuestra felicidad en manos de lo que es perecedero que llegan las decepciones –e incluso la depresión–, pues pensamos que nuestra felicidad ha terminado y no podremos recuperarla.
Personalmente, he conocido a varias personas que han puesto su felicidad en manos de su situación económica. Cuando les comienza a ir mejor, se sienten más felices y con más motivación. Pero en cuanto las cosas dejan de ir como lo deseaban, entonces se hunden en una profunda tristeza de la cual les cuesta mucho salir, pues creen que solo si las cosas vuelven a ser como solían serlo, es que podrán volver a ser felices. Claro que nada de esto se juzga; el sistema está diseñado para que nos sintamos justamente así. Incluso yo en algún momento fui muy infeliz porque habían muchas cosas materiales que quería pero que por una u otra cosa no podía tener, y eso me generaba un malestar muy grande.
Comprendiendo el sufrimiento
Todo esto me pasaba cuando no entendía que yo no estaba sufriendo por no tener esas cosas, sino que estaba sufriendo porque pensaba que solo iba a ser feliz si las tenía. Y es que en ese momento, a mi no se me ocurría detenerme a pensar en que la felicidad es algo que nace dentro nuestro, no afuera. El Dr. David Hawkins pone un ejemplo muy bueno en uno de sus libros: explica el escenario de una pareja que se separa, dejando a una de las dos personas muy infeliz. Después, cuando esta persona se pone a analizar detenidamente de dónde provenía su felicidad, se da cuenta de que no es algo que su pareja le diera, sino que la pareja solo promovía que dentro de la persona que ahora sufre, hubiera felicidad.
Al entender que la felicidad –así como el sufrimiento– son emociones que nacen dentro de uno mismo, comprende que está en sus manos generar cualquiera de estas emociones. En ningún caso y bajo ninguna excepción, el sufrimiento proviene del mundo exterior. Otra de las enseñanzas útiles para entender el rol que jugamos en nuestro propio sufrimiento, es la que explica que ninguna situación tiene valor por sí misma. No existen las cosas “buenas” ni las “malas”; lo que para ti puede ser una desgracia, para alguien más puede ser una oportunidad maravillosa. Luego entonces, si las situaciones no tienen valor intrínseco, y si nosotros creamos nuestras sensaciones por medio de la percepción de lo que nos sucede, ¿qué podemos hacer para ser felices?
La única forma de cultivar felicidad dentro nuestro es aprendiendo a controlar la forma en la que reaccionamos ante las situaciones que nos suceden. Y la buena noticia es que todas las personas –en este momento– podemos aprender a controlar nuestra mente. No hay nadie que no pueda hacer esto; todos podemos generar en nuestra vida felicidad profunda y duradera, no la ilusión de felicidad efímera que los medios nos quieren hacer creer que pueden darnos. La siguiente parte de esta serie de publicaciones habla de esto: de cómo cultivar paz mental y aprender a crear felicidad en nuestra vida.
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