En el camino hacia la felicidad, los primeros pasos que debemos dar son, primero, reconocer que no encontraremos felicidad en el mundo externo. Antes de comenzar una búsqueda que de resultados, tenemos que liberarnos de la ilusión de que las cosas que nos ofrece el mundo, como posesiones materiales o posiciones socioeconómicas, nos pueden hacer felices. Pueden hacernos la vida más cómoda, pero no son una verdadera causa de felicidad. Una vez que hemos trascendido el engaño más grande de la sociedad, y reconocemos que la felicidad solo puede encontrarse dentro nuestro, debemos saber dónde buscar.
El segundo paso es aprender a disipar toda la niebla mental que está ocultando nuestra felicidad. Dentro nuestro ya existe paz mental y felicidad sin limites, pero suele estar oculta detrás de varias capas de creencias erróneas acerca de lo que es la felicidad. La analogía que usualmente se ocupa es la de el sol que está oculto detrás de un día nublado. El sol ahí está y ahí va a seguir; lo único que pasa es que, temporalmente, no podemos verlo porque las nubes lo están tapando. De la misma manera, la felicidad ya está dentro nuestro, pero tenemos que quitar todas las nubes que la ocultan, para poder conectar con ella.
La meditación es la principal herramienta con la cual podemos ir identificando todas las nubes –o todas las creencias– que están ocultando nuestra felicidad, e ir eliminándolas. Pero en este camino hacia la felicidad, una vez que nos volvemos conscientes de que, efectivamente, dentro nuestro hay una paz y una felicidad inagotables, tenemos que trabajar por encontrarla. Esta paz y esta felicidad siempre están disponibles para nosotros, pero conforme nos adentramos en estas nubes que bloquean el sol de nuestra felicidad, nos vamos dando cuenta de que hay una razón en específico por la cual hemos vivido así toda nuestra vida. Esto es: el apego.
La raíz del sufrimiento: el apego
Todas las personas, a lo largo de nuestra vida, vamos generando un fuerte apego a nuestra historia. Nos apegamos a nuestras experiencias, a nuestros aprendizajes, a todo lo que compone nuestro sentido del yo. Llega un momento en el que las personas creemos tener una idea muy clara de quienes somos, y cuando pensamos que ya tenemos bien definido este concepto de nosotros mismos, entonces nos apegamos fuertemente a él. Esto es natural pues todos nuestros primeros años los invertimos en crear una personalidad con la cual enfrentaremos al mundo.
Invertimos demasiado tiempo en aprender qué nos gusta, qué nos disgusta, qué nos hace sentir bien y qué nos hace sentir mal, etc. Entonces más adelante, cuando la vida nos hace ver una parte de nosotros que no conocíamos y que va en contra de nuestro auto-concepto, oponemos resistencia que se convierte en infelicidad. Por ejemplo: el caso de la persona que solo ha tenido relaciones amorosas que han terminado de forma dolorosa. En su vida ha tenido 4 relaciones, y todas terminaron dejándola sumida en una profunda tristeza de la que le costó mucho trabajo salir adelante.
Cuando se encuentra a una persona totalmente diferente a quienes había conocido, y piensa realmente que con esta persona podría tener una relación, la parte de sí misma encargada de protegerle –el ego– comienza a decirle que se resista a involucrarse con esta persona. Esto es así debido a que el ego está muy apegado a nuestro pasado. Si en el presente aparece una situación que nos recuerde en lo más mínimo a una experiencia negativa del pasado, entonces nuestro ego opone resistencia y comienza a forzarnos a que nos alejemos de la situación. Independientemente de si la situación representa un peligro real, nos convencemos a nosotros mismos de que así lo es.
Sin darnos cuenta, poco a poco vamos limitándonos a nosotros mismos, construyendo nuestro auto-concepto y después apegándonos a él, eliminando por completo la oportunidad de seguir aprendiendo y adquiriendo nuevas y más constructivas creencias. Todas nuestras creencias negativas vienen de una experiencia negativa, y entonces vamos por la vida creándonos escenarios en donde reafirmemos estas creencias. En el ejemplo de la persona con relaciones turbulentas, aunque no se de cuenta, ella es un imán de estas personas, debido a que su subconsciente está constantemente buscando crear subconscientes que le hagan saber que sus creencias siguen estando vigentes o funcionales.
Las consecuencias de nuestro apego
Y es así que sin ser conscientes de ello, buscamos crear en nuestra vida escenarios que nos recuerden aquello que nos hizo infelices, todo con el fin de asegurarnos de que estamos haciendo bien al apegarnos a nuestras creencias negativas. Somos infelices porque preferimos aferrarnos a nuestras experiencias pasadas negativas, en lugar de intentar asignarles un significado constructivo y dejarlas atrás –incluso si esto representa el que se sigan repitiendo–. Creemos que nuestra forma de ver el mundo es la correcta, por lo tanto, ni siquiera consideramos que sea posible que hayan otras formas de interpretar lo que nos ha pasado.
Honestamente, ponernos en el rol de la víctima de la vida es súper cómodo: a la persona del ejemplo de las relaciones le es mil veces más fácil rechazar a un pretendiente, que enfrentar el miedo que le causa la idea de soltar y dejar ir el pasado. Claro que esto no se juzga puesto que así es la naturaleza humana: le tenemos miedo a lo desconocido. Si decidimos enfrentar el presente sin voltear al pasado para buscar una referencia de lo que podría pasar, entonces estamos decidiendo dejar de tener el control. Cuando sentimos que no tenemos el control, entonces sentimos miedo debido a que no sabemos qué va a pasar, y la incertidumbre nos aterra.
Preferimos vivir toda nuestra vida con nuestro pasado como referencia para tener la falsa ilusión de estar en control, en lugar de reconocer que nosotros no controlamos lo que esté pasando ahí afuera. Lo único que podemos controlar es nuestro mundo interno: nuestras reacciones, nuestros pensamientos, y nuestras emociones. Pero asumir la responsabilidad sobre todo esto, sobre nuestra vida, es algo que puede parecer intimidante al principio. Por eso preferimos vivir una vida dentro del status quo, haciendo tal vez lo que nuestra familia lleva haciendo desde hace años o lo que es socialmente aceptable. El momento en el que pisamos afuera del camino que conocemos, nos sentimos expuestos y vulnerables.
Podemos volvernos en nuestro propio peor enemigo
Este puede ser un ejemplo un poco intenso, pero lo vemos claramente en el caso de las personas que prefieren vivir en un matrimonio que les hace infelices, a tener que divorciarse. Porque antes, el divorcio significaba la ruina social, y eso era algo que nadie quería. A muchas personas se les programó fuertemente la idea de que la vida adulta fuera del matrimonio es prácticamente lo peor que les puede pasar. Por ello deciden voluntariamente estar en una situación que les hace infelices, a enfrentarse a algo que piensan que es lo peor. Pero hay incontables casos de personas que a pesar de tener esta creencia, deciden asumir su responsabilidad sobre su vida, y se dan cuenta de que es lo mejor que pudieron hacer.
Y debo mencionar que decirlo es mucho más fácil que hacerlo: también he estado en el lugar en el que prefería ser infeliz y miserable, a retomar el control sobre mi vida, debido a que hacerlo representaba hacer algo que nunca antes había hecho. Era más cómodo hacerme la víctima de las circunstancias que yo mismo creaba, y atribuirle mi sufrimiento al odio que el universo sentía hacia mi, a asumir la responsabilidad del rol que yo jugaba en mi propio sufrimiento. Somos infelices porque nos da miedo enfrentar lo que en muchos casos ya sabemos que tenemos que enfrentar, y estas situaciones siempre se nos presentan para enseñarnos algo.
Así funciona la vida: tenemos que ir superando obstáculos y aprendiendo lecciones. Está garantizado que si no aprendemos una lección, la situación va a volver a repetirse más adelante. La vida es una escuela y no podemos avanzar a la siguiente lección hasta que aprendamos la que tenemos frente a nosotros. Claro que da miedo movernos de la zona de confort en donde la infelicidad es más atractiva que la responsabilidad que cada quien tiene para con su propia felicidad. Pero tomar la decisión de hacer un cambio positivo en nuestras vidas, con la intención de dejar atrás las conductas autodestructivas, siempre está sustentada por el universo entero.
El universo quiere vernos felices –aunque muchas personas piensen lo contrario– y siempre nos va a dar exactamente lo que necesitamos para salir de la zona de confort y poner manos a la obra en la búsqueda de nuestra felicidad. Ahora que sabemos de dónde viene el sufrimiento, por qué somos infelices y cómo liberar a nuestra mente de la infelicidad, podemos hablar acerca de cómo tener éxito en nuestra búsqueda de la felicidad. Todos podemos ser tan felices como siempre hemos soñado serlo, y en la última parte de esta serie de publicaciones, te explicaré cómo ser feliz.
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