Cada persona tiene una forma muy particular de conectar con su intuición: algunos sienten algo en el estómago, otros en el pecho, otros en la cabeza, otros en la piel. El cuerpo es el canal a través del cual la mente percibe cosas que aún no se manifiestan o suceden físicamente, y una de las razones por las que nuestra conexión con la intuición se va deteriorando es porque, cuando somos pequeños, nos enseñan a desconfiar prácticamente de todo. A lo largo de la historia –y hasta años recientes– ha existido esta idea de que los niños no saben nada y son ignorantes, y si bien es cierto que al nacer no recordamos muchas cosas de cómo es la vida en este mundo, sí sabemos otras cosas que se pueden tomar como “imaginación” o delirios de una mente infantil.
Voy a compartir una experiencia personal como ejemplo: cuando éramos pequeños, mi hermana y yo nos sentíamos “algo” acerca de una persona cercana a nuestra familia, con la que solíamos convivir. Este sentimiento no era un rechazo como tal, pero sí era un deseo de mantenernos lejos de esta persona. Nosotros somos los más jóvenes de la familia, así que a quienes les comentábamos esta incomodidad cuando esta persona estaba cerca nuestro, nos decían que estábamos siendo groseros o ridículos. Varios años después, pasaron varias cosas que hicieron que toda la familia se diera cuenta de que esta persona no tenía las mejores intenciones en mente, y no le costaba trabajo aprovecharse de los demás para satisfacer sus deseos. Esto no lo digo como una crítica, sino como una prueba de que, usualmente, cuando tenemos una corazonada, estamos en lo correcto.
Otra de las razones por las que nuestra conexión intuitiva se deteriora es por todas las experiencias negativas que vivimos. Para cada vivencia dolorosa, nos hacemos de una creencia con la que tratamos que en el futuro no se repita esta situación. El problema con esto es que conforme más tiempo mantenemos esta creencia en nuestra mente, más vamos asumiendo que esa es la realidad. Un ejemplo clásico es el de la persona que tuvo una relación de pareja con alguien que, tal vez, le fue infiel. Esta experiencia tan dolorosa genera creencias de desconfianza, con las que más adelante lo juzgamos todo, y podemos pensar que debemos desconfiar de una persona que probablemente sea digna de confianza. Cuando pasa esto, ya no sabemos si cuando conocemos a alguien y sentimos desconfianza lo estamos pensando a partir de la intuición o a partir del trauma.
Por lo tanto, la primera acción que debemos realizar para poder reconectar con nuestra intuición es reconectar conscientemente con nuestro cuerpo. La sociedad en la que vivimos no le da tanto crédito al cuerpo como el ser vivo y sabio que es, sino que lo podemos llegar a ver como un objeto que tenemos que adornar y hacerle muchas cosas solo para que se vea atractivo y ya. Hemos perdido de vista que el cuerpo es sumamente inteligente: piensa en todas las acciones que hace sin que nosotros nos demos cuenta. El corazón late, la comida se digiere, los músculos se contraen y se expanden… el cuerpo sabe hacer un sinfín de cosas que nosotros por nuestra cuenta no sabríamos hacer. De la misma forma, el cuerpo sabe interpretar los mensajes energéticos que recibimos y de los que –en muchas ocasiones– ni siquiera nos damos cuenta.
El cuerpo se da cuenta cuando está expuesto a energías negativas, como a una situación que es peligrosa para nosotros o a una persona que tiene intenciones de hacernos daño, pero como nos acostumbramos a ignorar todo lo que no podemos experimentar con los cinco sentidos físicos, puede que no seamos conscientes de los mensajes que el cuerpo nos da. Y repito, hacemos esto o porque cuando éramos pequeños nos enseñaron a desconfiar de estas corazonadas o presentimientos, o porque nuestras experiencias negativas del pasado no nos permiten experimentar el presente como realmente es. Para sanar esta desconexión que podemos tener con el cuerpo, necesitamos aprender a escucharlo. Esto se logra principalmente desarrollando a la mente emocional.
Las emociones y la intuición son de alguna forma lo mismo, puesto que es la manera en la que interpretamos algo sin hacer uso de la mente conceptual, que se basa en los sentidos físicos. Para fortalecer la comunicación con la mente emocional/intuitiva, tenemos que liberar todas las emociones acumuladas del pasado, que nublan nuestro juicio del presente. Volviendo al ejemplo de la persona que tuvo una relación donde le fueron infiel, si nunca hizo nada por sanar esta herida y sacar de su organismo todas las emociones que le generó, entonces estas emociones van a estar presentes, haciéndonos ver peligro en cada situación que nos recuerde a esa herida. El segundo chakra está está especialmente conectado a las emociones, así que te recomiendo ver el video que hice al respecto, así como el video acerca de la inteligencia emocional.
Una vez que hayamos depurado nuestro interior de las emociones que aún no sacamos, entonces ya hay más espacio para que nuestro cuerpo nos hable acerca de lo que está pasando en el presente, en lugar de hablarnos acerca de lo que aún no sanamos del pasado. El objetivo es soltar todos los aprendizajes negativos, hasta que nos encontremos en un nivel de pureza similar al que teníamos al nacer: por eso los niños son tan intuitivos, porque no hay nada en su mente que sea un obstáculo en la interpretación de las energías más sutiles. En la medida en la que nos vayamos liberando de las cargas o el ruido emocional, podemos ir escuchando los mensajes intuitivos que nos da el cuerpo. El siguiente paso después de conectarnos con nuestro cuerpo es justamente aprender a escucharlo.
Como ya lo dije, a cada quien su cuerpo le habla de maneras distintas. Puede que sintamos una sensación incomoda en el estomago cuando hay alguien o algo peligroso alrededor nuestro. Puede que nos duela la cabeza cuando estemos por tomar una decisión perjudicial. Puede que se nos erice la piel cuando tenemos que alejarnos de una persona. No hay una ley universal acerca de cómo vamos a recibir mensajes intuitivos: es algo único de cada quien con su cuerpo, y la profundidad de la relación que tengamos con el nuestro será proporcional a la intensidad con la que nos de información extrasensorial. Solo podemos volver a escuchar todos estos mensajes intuitivos cuando eliminamos de nuestra mente la negatividad por experiencias pasadas.
Esto es así porque cuando todavía tenemos algún resentimiento o algún malestar por el pasado, entonces en el presente desarrollamos o miedo, o expectativas de que las cosas sean diferentes. Y tanto el miedo como la expectativa son obstáculos de la intuición porque ya no estamos escuchando al cuerpo y sintiendo la energía, sino que estamos esperando conscientemente algo de la situación: o que sea buena, o que sea mala. Hasta que nos conectamos con el cuerpo desde el momento presente, sin experimentar lo que está pasando desde nuestras experiencias pasadas o desde nuestra mente conceptual, es que podemos realmente sentir la energía que de otro modo pasaría desapercibida. La clave para volver a escuchar a nuestra intuición está en dejar de escuchar a los pensamientos que nos dicen que la situación va a salir de una u otra forma, y comenzar a escuchar a la sabiduría del cuerpo.
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