CÓMO y POR QUÉ ES NECESARIO RECONECTAR CON TU ESPIRITUALIDAD

 

Ahora más que nunca hay una urgencia por que las personas nos reconectemos con la divinidad y con nuestra espiritualidad. Desde hace ya muchos siglos la imagen de la divinidad, a la que también se le conoce como “Dios”, se ha distorsionado cada vez más, llevándonos a millones de personas a renunciar a nuestro lado espiritual o sagrado. Puesto que hay algunas entidades que se autoproclaman las mensajeras de “la palabra de Dios”, y este mensaje está lleno de intolerancia, rechazo, discriminación y odio, gran parte de la población hoy en día prefiere identificarse como atea o simplemente ignorar el aspecto espiritual de sus vidas. Esto es de las decisiones más peligrosas que podemos tomar porque nos aleja de nuestra verdadera naturaleza y, en muchos casos, hace que llevemos una vida a la que no le encontramos un verdadero significado.


Claramente esta no es la regla para todos los casos: conozco personas que se identifican como ateas y llevan una buena vida. Sin embargo, pienso que hay muchas cuestionamientos que la mayoría nos hacemos: “¿por qué tengo las condiciones de vida que tengo y hay quienes nacieron en mejores circunstancias?; ¿cuál es el propósito de la vida, por qué he vivido las cosas que he vivido?; ¿qué pasa después de la muerte?”. Todo esto solo puede ser respondido satisfactoriamente desde la perspectiva espiritual. Y aunque hay quienes argumentan que todo es producto del azar, que la vida no tiene ningún propósito en especifico y que al morir todo se termina, seres extraordinarios que han marcado a la humanidad permanentemente a pesar de haber estado en la Tierra muy poco tiempo –Jesús, Buda– nos dieron otra explicación.


Pero lo que es triste y desafortunado de esto es que el mensaje Jesús, tal vez el ser iluminado más famoso de todos, ha sido manipulado y pervertido cada vez más, dejando a millones de personas con la falsa creencia de que La Divinidad o “Dios” es un ser castigador que solo nos juzga por nuestros errores. Honestamente, yo también preferiría creer que no existe tal cosa como la espiritualidad si pensara que la fuente creadora de todo el universo es vengativa, rencorosa, juiciosa, punitiva, y demás cualidades que se le han atribuido. El principal error que hemos cometido como especie es poner a La Divinidad en el mismo nivel que nosotros en nuestra condición humana: literalmente todos nuestros defectos, que en resumen es la negatividad, los hemos proyectado en “Dios” y pensamos que es igual de desagradable como la humanidad puede llegar a serlo en su peor momento.


Entonces, es natural que el primer paso en el camino para sanar nuestra relación con La Divinidad y reconectar con nuestra parte espiritual es quitándonos de la mente la idea de que “Dios” es malo o negativo. Nadie está constantemente juzgándonos ni mandándonos castigos por las cosas que hacemos; para eso existe el karma o la ley de causa y efecto. Todo lo que hagamos tendrá una consecuencia, pero eso no es un castigo ni un premio impuesto por nadie, solo es el resultado de nuestras acciones. No existe tal cosa como la negatividad en la energía creadora del universo: la naturaleza de esa energía es paz y amor –al igual que la nuestra– y nosotros tenemos el objetivo de eliminar la negatividad de nuestro espíritu para poder evolucionar y perfeccionarnos y así poder regresar a “Dios” o a la energía creadora.


Y esto nos lleva al segundo paso para sanar nuestra relación con La Divinidad: debemos dejar de pensar que es un ser, un individuo, una persona. Muchas filosofías describen a la energía creadora como la totalidad de la existencia: no es una entidad, sino que lo es todo. Las personas, los animales, las plantas, los objetos, incluso el espacio vacío: todo es parte de una sola cosa. Incluso la ciencia reconoce la existencia de esta energía; le llaman “La Teoría del Campo Unificado” y lo explican como literalmente un campo o una energía que contiene a toda la existencia dentro de sí misma. Cada persona, animal o cosa que vemos simplemente es una célula en el cuerpo de La Divinidad, y esto corresponde con el estudio espiritual de David Hawkins: un ser iluminado que demostró que cuando una persona expande su conciencia o incrementa su vibración, afecta a todo el universo.


A esta visión de que el todo es uno y uno lo es todo se le conoce como “unicidad”: es la realización de que no existe la separación. En el Budismo se le conoce como “la vacuidad”: nada tiene existencia inherente; todo es parte de lo mismo. En el Kybalión se le conoce como la ley del “mentalismo”: el todo es mente, todo es mental. Esto solo se puede entender plenamente cuando tenemos una experiencia directa de este fenómeno en el que la idea de separación entre nosotros y el mundo desaparece; es lo que se consigue cuando alcanzamos la iluminación espiritual, que es el máximo nivel evolutivo que podemos alcanzar como seres humanos. Hay muchísimas fuentes fidedignas que verifican que no existe un “Dios” separado de nosotros y que está “esperando a castigarnos por nuestros pecados”; todos, todas y todes somos parte de la energía creadora o de La Divinidad.


Y ahora que menciono el “todos, todas y todes”, aquí es donde surge otra de las peores confusiones acerca de “Dios”: que es hombre. Y peor aún: que los hombres están más cerca de La Divinidad y por eso solo ellos están capacitados para dar “la palabra de Dios”. Esto –en verdad– es de las cosas más absurdas, ridículas y dañinas que hay en la idea que se tiene de La Divinidad. El concepto “Dios” lo abarca absolutamente todo: no es un hombre, no es una mujer, no es no binario. Es algo que está más allá de todos los conceptos y todas las etiquetas que podemos imaginar. David Hawkins describe en su amplia bibliografía que esta energía creadora se experimenta como imponente pero a la vez delicada, como intimidante pero a la vez exquisita y reconfortante, como todo lo que representa la energía masculina y a su vez, todo lo que representa la energía femenina.


La razón principal por la que es de suma importancia que reconectemos con nuestra espiritualidad es porque solo así podemos aprovechar al máximo nuestro potencial y encontrar la felicidad y la paz que toda persona busca a lo largo de su vida. Se ha comprobado que las personas que tienen una relación saludable con La Divinidad no solo experimentan mayor satisfacción y mayor confianza en sí mismas enfrentando situaciones retadoras, sino que también cuentan con una capacidad más grande de poder manifestar sus pensamientos en la realidad. Es lo que ha ganado fama como “La Ley de la Atracción”: conforme nos damos cuenta de que somos mucho más que nuestro cuerpo y somos parte de la totalidad de la creación, entonces vamos bajando las barreras que nos impiden conectar con la energía creadora y así aprendemos a usarla.


La Divinidad o “Dios” no quiere vernos sufrir; al contrario, quiere vernos felices, realizados como personas, con la capacidad de crear para nosotros la vida que deseamos. Y es urgente que recuperemos esta conexión con la espiritualidad para dejar de lado la ilusión de separación y que así podamos entender que mientras más aportemos al colectivo, a toda la creación, entonces más significado le estamos dando a nuestras vidas. Solemos ser inconscientes de esto y por ello vamos toda la vida buscando exclusivamente nuestra felicidad, y eso nos limita a hacer feliz a 1 persona, cuando tenemos la capacidad de hacer felices a cientos, miles o millones. Cada vez que uno solo de nosotros recupera esta conexión con La Divinidad –que es indestructible y solo está esperando a que regresemos a ella– le estamos aportando algo invaluable a toda la humanidad.


En la medida en la que nosotros lo permitimos, esta energía creadora va a fluir a través de nosotros y hacia el mundo. Leí algo que me parece ideal para terminar este video: conforme vamos dándole a La Divinidad un espacio en nuestra vida, gradualmente irá entrando y se irá expandiendo conforme nosotros lo permitamos, hasta que lo abarque todo. El mundo que tenemos actualmente sería muy diferente si nunca se hubiera pervertido la imagen de “Dios”, pero tenemos la fortuna de que ahora hay acceso a más información de lo que nunca antes había habido. Cada persona es libre de conectar con su espiritualidad como mejor le parezca, pero creo que lo primero que se debe hacer es entender que al abrirnos a esta parte de la vida no hay absolutamente nada que temer ni que perder; al contrario, lo ganamos todo. 

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