Algo que solo nos puede quedar claro por medio del camino espiritual es que las apariencias nos engañan. Muchas personas vivimos gran parte de nuestra vida creyendo que las cosas que percibimos a simple vista son “la realidad”, pero gracias a las enseñanzas de los grandes maestros iluminados, podemos comprender que esto no es así. Lo que percibimos siempre está distorsionado por la ignorancia que desconoce la existencia de dos factores muy importantes para poder eliminar la ignorancia: la ley del karma o de causa y efecto, y la existencia de vidas pasadas.
Tengo una publicación para cada uno de estos temas por si alguien quiere profundizar en ellos, pero en resumen: absolutamente todas las personas hemos tenido vidas pasadas en las que hemos interactuado, prácticamente, con todos los seres humanos. Nuestro espíritu es eterno, y en su camino evolutivo, ha experimentado un sinfín de vidas para adquirir todo el aprendizaje necesario para su evolución. Y en estas vidas, hemos tenido toda clase de relación con todas las personas: hemos sido sus madres, sus padres, sus hijos, sus hijas, sus hermanos, sus hermanas… incluso sus mascotas.
Todas estas interacciones con los demás han generado un karma o causas para que más adelante experimentemos sensaciones iguales a las que nosotros les causamos a los demás con nuestras intenciones. Algo my importante que debemos tener presente es que debido a la misma ignorancia que nos impide comprender la existencia de vidas pasadas y de la ley del karma, obramos acciones perjudiciales. Estas acciones son principalmente motivadas por la idea de que nuestra felicidad es lo más importante de todo –incluso más que la felicidad de los demás–. Con base en esta idea, actuamos son egoísmo, envidia, odio, y demás intenciones negativas.
No es una coincidencia haber nacido en la familia ni con las circunstancias en las que nacimos. A lo largo de todas nuestras incontables vidas pasadas, fuimos creando karma positivo, cuando lo hicimos motivados por intenciones virtuosas, y negativo, cuando lo hicimos motivados por intenciones egoístas. Toda la suma de estas acciones fue lo que creó el escenario que actualmente vivimos. La forma de pensar ordinaria nos hace creer que hay quienes nacen con una buena posición socioeconómica y belleza física porque tuvieron buena suerte, mientras quienes nacen con muchos obstáculos y adversidades es porque tuvieron mala suerte.
En realidad, todo este conjunto de circunstancias de nacimiento y de vida están sujetas a los acuerdos kármicos que hacemos antes de nacer. Nada de lo que nos sucede –aparentemente– de forma aleatoria es producto del azar o de la buena o mala suerte. Nosotros aceptamos antes de encarnar el enfrentar todos y cada uno de los obstáculos que se nos presentan en esta vida para así purificar todo nuestro karma negativo. Aunque como casi todas las personas podemos confirmar, cuando nacemos no nos acordamos de nada de esto y se siente como si estuviéramos a la deriva, sin entender por qué nos pasa lo que nos pasa, ni qué hacer al respecto.
Y esta confusión se vuelve aún más evidente cuando las personas se comportan de determinada forma con nosotros, especialmente de forma negativa. Hay quienes nacieron con una familia muy amorosa y que les apoya en todo, pero también hay quienes parece ser que su familia son sus peores enemigos. Estas relaciones, que suelen ser las primeras que tenemos en la vida, no se dan porque sí. Cada persona que nos encontramos a lo largo del camino tiene un rol en nuestra vida, el cual es enseñarnos algo que nos hace falta entender para poder progresar en nuestra evolución espiritual.
Pero lo más retador de esto, es que así como las personas que conocemos llegan a nuestra vida para enseñarnos algo, nosotros también llegamos a su vida para enseñarles algo. Veamos un ejemplo: hagamos de cuenta que en nuestra vida pasada, la persona que actualmente es nuestra mamá, es la persona que nos quitó la vida. Pensar esto puede causarnos confusión y desasosiego, pero recordemos que Buda dijo que si podemos pensarlo, muy probablemente lo hayamos vivido en una vida pasada. Recordemos que hemos tenido incontables vidas pasadas y nos hemos visto involucrados en toda clase de situación.
Como en nuestra vida pasada nosotros sentimos lo que era que esa persona nos quitara la vida, entonces ahora nacemos como hijos de esta persona. Pero esta persona siempre anheló que su hijo fuera un doctor que se casara con una mujer de la misma religión. Y resulta que, contrario a sus deseos, su hijo quiere casarse con otro hombre, o con una mujer de otra religión. Entonces la mama, en su ignorancia acerca de las vidas pasadas y los acuerdos kármicos, siente que se está muriendo en vida al ver las decisiones que su hijo está tomando. Conozco casos de mamás que dicen sentirse justamente así debido a las decisiones de vida de sus hijos e hijas.
Este es un escenario que puede sonar extraño si no tenemos familiaridad con este tema, pero aquí viene lo más increíble y lo que hace que tenga todo el sentido del mundo. A ambas personas se les está dando una oportunidad única y muy valiosa: el perdonar que les hayan quitado la vida. Porque claro, el hijo siente que se le está arrebatando la vida al verse sometido a ciertas expectativas acerca de lo que supuestamente debería hacer con su vida. Las dos partidas de esta historia están experimentando una circunstancia muy dolorosa, y tienen total libertad de decidir cómo actuar.
Suele decirse que la razón por la que olvidamos nuestros acuerdos kármicos es porque un examen no tendría sentido si ya conocemos las preguntas que nos harán. ¿Qué beneficios tendrían la madre y el hijo de conocer todo el contexto de esta historia? Si el hijo naciera sabiendo que su actual madre lo mató en una vida pasada, aprovecharía la primera oportunidad para vengarse. Aquí el desafío y la oportunidad es aprender a actuar desde la mente más elevada, que es la mente del perdón y de la compasión. En realidad ninguna persona quiere hacernos daño, simplemente son víctimas de su ignorancia y no saben qué hacer.
Todas las personas nos hemos encontrado con gente que con la primera interacción sentimos que nos conocemos de años, y también con quienes inmediatamente sentimos cierta tensión. Esto no sucede porque sí: existe un acuerdo kármico que desde vidas pasadas ha unido a nuestros espíritus, porque aún hay algo por aprender. Hace unos años, antes de que yo conociera acerca de la existencia del karma y cómo funciona, conocí a una persona que desde el primer minuto me cayó mal. Y por azares del destino, entramos a trabajar al mismo lugar, y de 18 personas con las que podíamos ir a vivir a otra ciudad por temas laborales, me tocó con él.
Mientras vivíamos allá yo sentí que era una tortura, y en ese periodo de tiempo fue que conocí acerca de los acuerdos kármicos, y entonces decidí cambiar mi actitud hacia esta persona. Muy poco tiempo pasó desde que yo mejoré mi actitud y mi perspectiva de las cosas, y nos convertimos en muy buenos amigos. Aún lo somos, y yo pude optar por alejarme de esta persona el tiempo que compartimos, pero en lugar de eso opté por una forma de ser más elevada, y de no haberlo hecho me hubiera perdido de un gran amigo. Además de que no hubiera purificado el karma negativo que nos une y eso me hubiera anclado al renacimiento cíclico, del cual hablo en otra publicación.
Pero lo que tenemos que entender es que no nos encontramos con nadie ni vivimos ninguna experiencia por cuestiones del azar. Todo ha sido creado por nosotros en el pasado, y ahora se nos presenta una oportunidad única y muy valiosa para reparar todo el daño que hemos cometido, y con eso no solo contribuir a la felicidad de los demás, sino también asegurar que ya no experimentaremos situaciones desagradables en el futuro. Esta vida es sumamente valiosa por eso: tenemos que usarla con sabiduría, y como dice el dicho: hacer el bien sin mirar a quién.
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