CÓMO DEJAR DE PENSAR AL MEDITAR

 

La concentración es una de las cualidades mentales que debemos desarrollar para poder manifestar cualquier cosa que deseemos. Así sea salud, dinero, amor, o con el fin de progresar espiritualmente, no podemos mejorar nuestra práctica de meditación si tenemos una concentración débil. Es precisamente por esto que muchas personas intentan integrar la meditación a su vida y después de un tiempo la dejan: el no poder concentrarse las frustra o les hace pensar que la meditación no es para ellas, y deciden ya no meditar. Algo que debemos saber es que todas las personas somos capaces de desarrollar nuestra concentración hasta el punto en el que nos encontremos enfocando nuestra mente en una sola cosa por tanto tiempo como deseemos.


¿Por qué deberíamos querer aprender a concentrarnos? Hay un dicho que dice que hacia donde va la atención, fluye la energía. El estudio de la conciencia humana ha descubierto que la atención es nuestra herramienta más poderosa porque aquello en lo que pongamos nuestra atención de manera concentrada, tiende a manifestarse. Nosotros no seremos capaces de manifestar aquello que deseamos, ni de cambiar nuestros hábitos mentales por otros más constructivos y que nos permitan evolucionar espiritualmente, si no mejoramos nuestra concentración meditativa. Y no solo eso, sino que como usualmente solemos pasar de un pensamiento a otro muy rápido, teniendo hasta 60,000 pensamientos al día cuando nuestra mente está descontrolada, no logramos canalizar nuestra energía el tiempo suficiente para concretar el proceso creativo de lo que sea que deseemos crear.


La razón principal por la que no logramos despejar nuestra mente de pensamientos sin sentido y concentrarnos durante la meditación es porque le tenemos mucho apego a nuestros pensamientos. Está comprobado que tenemos los pensamientos que tenemos porque siempre hay una recompensa de tenerlos y ponerles atención y elaborarlos por tanto tiempo que ni cuenta nos damos. Esta recompensa siempre es para alimentar al ego: si somos honestos, los pensamientos que nos absorben la mayoría de las veces son acerca de discusiones imaginarias, de planes que tenemos para el futuro, de naturaleza sexual, de cosas que ya pasaron y no hemos dejado ir, etc. Sin importar cuál sea el caso, la función de estos pensamientos es darnos una recompensa.


La recompensa de los pensamientos


Ya sea hacernos sentir como víctimas, sentir culpa, sentir remordimiento; o por otro lado, para sentir orgullo, para sentirnos muy interesantes, para sentir que nuestro punto de vista es muy importante, los pensamientos incesantes refuerzan nuestra idea del Yo. El ego cree secretamente que si dejáramos de pensar de esa forma, entonces moriría, y como su función es la supervivencia, nos está bombardeando todo el tiempo con pensamientos de cierta clase. Entonces, la primera recomendación para mejorar nuestra concentración meditativa es quitarle la importancia que le atribuimos a nuestros pensamientos. Es porque los consideramos tan importantes que los seguimos teniendo y nos aferramos a ellos: de lo contrario no nos molestaríamos en darles nuestra atención.


Es como si tuviéramos un billete de lotería y estuviéramos convencidos de que vamos a ganar, y estamos todo el tiempo sintonizados con el programa que da los números ganadores, esperando a que nos digan que ganamos. Así es la mente descontrolada: nos asegura que en algún momento va a tener un pensamiento súper revelador e importante que nos va a cambiar la vida, y nosotros ingenuamente le creemos y nos dejamos absorber por sus pensamientos. Por eso es que es muy importante que aprendamos a etiquetar nuestros pensamientos como eso: simples pensamientos que no son la realidad. No tenemos la verdad absoluta ni la ultima palabra; solo son opiniones que si observamos tan objetivamente como sea posible, vamos a llegar a la conclusión de que no importan.


Una vez leí que la humanidad ha logrado llegar hasta donde está actualmente sin nosotros; por lo tanto, nuestra opinión no es en absoluto relevante para que la vida siga. Y repito: el ego está ahí para nuestra supervivencia y cree que los pensamientos literalmente pueden salvar a la humanidad, pero la verdad es que prácticamente nunca es así. Explico todo esto porque necesitamos conocer cuál es el origen de la obsesión por los propios pensamientos, ya que así podemos solucionar el problema desde la raíz y no estar invirtiendo nuestra energía en soluciones que no van a funcionar. Cuando escuchamos esto y ya tenemos noción de que los pensamientos que tenemos la mayoría del tiempo son irrelevantes, entonces ya podemos llevarlo a la práctica: a la hora de meditar.


Lo que realmente es la meditación


La meditación es esencialmente una técnica para aprender a controlar nuestra mente. Como casi todo, empezar es lo que más trabajo cuesta, porque si a veces ni siquiera sabemos por qué no dejamos de pensar en lo mismo, intentar de detener estos pensamientos sin comprender su origen es aún más retador. Lo que personalmente recomiendo para iniciar, lo cual va a ser diferente a lo que otras personas recomienden porque cada quien practica como mejor le funciona, es desarrollar la familiaridad con estar sentados, concentrándonos en nuestra respiración, sin hacer absolutamente nada. Ahora más que nunca estamos familiarizados con estar todo el tiempo haciendo algo: si no es en el trabajo es en el celular, viendo una serie, escuchando música, etc.


No sabemos estar quietos sin que eso represente malestar. Por ahí tenemos que empezar: recuperando el control del cuerpo, que suele estar queriendo hacer algo, y acostumbrarlo a estar sentado respirando, y nada más. Esto puede hacerse contando las respiraciones: poco a poco, podemos proponernos primero estar sentados con los ojos semi cerrados y concentrándonos en las inhalaciones y exhalaciones que hacemos. Podemos proponernos hacer 30 respiraciones, después 40, y así sucesivamente hasta que no se vuelva en algo que nos estrese y nos ponga nerviosos. Aquí es cuando los pensamientos van a intentar interrumpirnos, y tenemos que mantenernos alertas de que no suceda. Claro que lograrlo desde el principio no es tan fácil: si vemos que ya estamos siguiendo un pensamiento, recordamos que no va a pasar nada si lo soltamos y lo dejamos ir.


Después, reanudamos con las respiraciones. Cuando ya nos sintamos con la capacidad de controlar al cuerpo, ya podemos pasar a intentar controlar a la mente. Un dato curioso de la mente es que siempre va a estar buscando pensar en algo: por eso la primera parte del adiestramiento es contar las respiraciones. Así le damos algo que hacer sin que esté pervirtiéndonos con sus pensamientos sinsentido. Pero tampoco podemos volver nuestra meditación un ejercicio de respiración: los ejercicios de respiración son para relajarnos, la meditación es para adiestrar a la mente. Y es en este punto en donde vamos a encontrar de nuevo distintas opiniones acerca de qué es en lo que debemos enfocar nuestra mente mientras meditamos.


En un video pasado hablé acerca del método de meditación que hacía en ese entonces, que era intentar dejar la mente en blanco solo para experimentar paz y tranquilidad. Ahora, estoy llevando a cabo una serie de meditaciones para poder –de alguna forma– reprogramar el subconsciente y así volvernos más compasivos, menos egoístas, tener la realización de que tarde o temprano vamos a morir y así motivarnos a practicar diariamente, reflexionar acerca de la ley de karma o de causa y efecto, y que todo lo que hemos hecho y hagamos, ha tenido y va a tener consecuencias. Estas meditaciones son de una tradición Budista, y se encuentran en el libro Nuevo Manual de Meditación.


También, en el libro Un Curso de Milagros, al final hay un libro de ejercicios para hacerse en un año; tiene 365 ejercicios de meditación con un fin diferente a las que vienen en el Nuevo Manual de Meditación. Esto solo es como apoyo didáctico; cada quien es libre de elegir lo que mejor le funcione para meditar. Pero así sea que solo busques aprender a controlar tu mente o avanzar en el camino espiritual, solo podemos mejorar nuestra concentración si decidimos renunciar a esa recompensa que viene de obsesionarnos por los pensamientos que normalmente tenemos. Basta con recordar que solo son pensamientos, que en su mayoría son irrelevantes, el darles importancia a muchos de ellos solo alimenta a nuestro ego, y la recompensa de dejar de darles nuestra atención y en lugar de eso dársela a nuestra practica meditativa, va a tener recompensas mucho mas grandes y duraderas.

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