FALSAS CREENCIAS ACERCA DE LA ESPIRITUALIDAD

 

Existe un nivel de confusión respecto a qué es la espiritualidad que va desde pensar que tienes que llevar una vida de escasez y pobreza, hasta creer que los conocimientos espirituales son esotéricos, místicos –e incluso– brujería. Independientemente de la fuente de nuestra confusión, que puede ser por lo que nos decían nuestros padres, por lo que escuchamos al ser parte de alguna religión, o por lo que hayamos visto en series y películas –que distribuyen mucha desinformación el respecto–, es importante eliminar estas falsas creencias para poder entender la importancia de darle un lugar a la espiritualidad en nuestra vida.


Primero tenemos que saber que, nos guste o no, ya somos seres espirituales. La espiritualidad no es algo que se obtiene, sino que es algo que se desarrolla. En este momento, todas las personas tenemos el mismo potencial de desarrollo espiritual, y depende totalmente de nosotros el aprovecharlo. Sin embargo, hay a quienes les es indiferente hacerlo, porque no han reconocido su lado espiritual. Hay a quienes les da rechazo, porque piensan que hacerlo significa renunciar al mundo, a tener relaciones, a tener abundancia y posesiones, y a tener cualquier ambición de lograr sus objetivos que no están relacionados con la espiritualidad.


Y también hay quienes no lo hacen por miedo: piensan que todo lo que tiene que ver con la energía o las vibraciones –por ejemplo– es algo del “más allá” y que al hacerlo van a contactar con “seres del inframundo” y cosas así. No debería parecernos extraño escuchar que hay tantas razones por las que una persona no quería desarrollar su lado espiritual: después de todo, estas y más mentiras son las que hemos visto y escuchado desde hace muchos años acerca del tema. La primera idea erronea que existe acerca de la espiritualidad de la que hablaré en este video es esa que dice que ser espiritual es vivir en pobreza.


Es irónico que hayan quienes piensen esto porque ser espiritual no tiene nada que ver con nuestras posesiones materiales, y de hecho, cuando conectamos con esta parte nuestra desarrollamos la capacidad de manifestar tanta abundancia como deseemos. Hay incontables personas que gracias a que han conectado con la espiritualidad se han dado cuenta de su poder creador para manifestar la vida que desean. Pero la gran diferencia que hay entre buscar ambiciosamente tener más y más solo por el poder o el estatus social, y hacerlo porque es la consecuencia inevitable de aquello que nos apasiona.


Tenemos, por ejemplo, a autores como Vishen Lakhiani, fundador de MindValley. El vive en abundancia y se da la vida que desea, pero el factor clave que lo diferencia de quienes solo buscan el dinero por el poder, es que él reconoce que el dinero no es la felicidad. Lo que él hace no lo hace solo por obtener dinero, sino por ayudar a las personas por medio de enseñarles cómo mejorarse como personas. Y lo hace tan bien que sabe que merece cobrar tanto como quiera, y la gente lo paga porque saben que vale la pena. He escuchado a varias personas decirle a quienes dedican su vida al camino espiritual que “no deberían cobrar por lo que hacen”.


Esta es una mentalidad mediocre puesto que todo lo que hacemos por los demás tiene un valor, nuestro y esfuerzo tienen un valor. Y la espiritualidad es reconocer justamente esto: esta vida es corta y tenemos una oportunidad invaluable para recorrer el camino espiritual. Pero esto no quiere decir que lo vamos a hacer sin valorarlo; la abundancia y prosperidad económica son el resultado inevitable de conectarnos con formas de ser más elevadas y conscientes. El secreto está en que el fin no sea el dinero, comprar más cosas, salir más de viaje. Cuando la finalidad de nuestras acciones se alinea con verdades universales, como buscar ayudar a los demás –o ayudarnos a nosotros mismos– por medio de la espiritualidad, el universo nos va a dar todo lo que pidamos para seguir con esta intención.


Pero lo que es diferente cuando tenemos abundancia siendo personas espirituales es que si la tenemos estamos bien, y si no también. Comprendemos que ni el dinero ni las cosas que podamos hacer con él son la verdadera felicidad ni el objetivo de la vida humana. Y repito: no por esto no vamos a volver a comprarnos una cosa linda o no vamos a cobrar por nuestro trabajo. Sino que lo vamos a hacer con consciencia: sabiendo que estas cosas si bien son agradables no son una causa verdadera de felicidad. Que son impertinentes y las vamos a perder al momento de morir, por lo que evitamos generar apego. Y que si por una u otra razón de vida las tenemos y luego las perdemos, no hay mayor problema.


La segunda creencia errónea de la que hablaré es esa que piensa que la espiritualidad y todo lo relacionado con energía, vibración, etc., son cosas “del diablo”. Es entendible que hayan quienes piensen esto puesto que los medios se han encargado de darle una imagen negativa a la espiritualidad precisamente para que la gente no conecte con ella. Pero tenemos que ser conscientes de que todo lo relacionado con la naturaleza de la vida y del universo no puede ser algo malo. Tenemos el testimonio de muchas personas que han alcanzado elevadas realizaciones debido a su compromiso con recorrer el camino espiritual.


Y todas ellas mencionan que la verdadera naturaleza de las cosas es amor, paz, bienestar… no existe la negatividad ni lo “malo” en la espiritualidad. Puede causarnos algo de incomodidad en cierto punto ya que son cosas de las que normalmente no se hablan. Pienso que a ninguno de nosotros en la escuela nos explicaron que somos energía y que creamos nuestra realidad a partir de nuestra vibración. Obviamente el exponernos a este tema, del cual además no existe otra forma de verificarlo más que con la propia experiencia, podemos sentir incertidumbre. Pero en la medida en la que investigamos y practicamos las enseñanzas de guías cualificados, vamos descubriendo que la espiritualidad es todo lo que necesitamos para ser felices y que no tiene por ningún lado algo de malo, negativo o que debería darnos miedo.


La última creencia equivoca acerca de la espiritualidad de la que hablaré es la que piensa que ser espiritual significa ser una persona pasiva ante la vida. Que nos volvemos en personas que solo buscan estar abajo de un árbol meditando y que no nos importa lo que nos pase ni a nosotros ni a nuestra vida. He escuchado muchas veces a las personas decirme “ser espiritual significa que si alguien entra a robar a mi casa, ¿tengo que resignarme y perdonarle?” NO. En absoluto. La espiritualidad no dice en ningún lado que ser personas espirituales representa dejar que nos roben, que abusen de nosotros, que nos ofendan o que nos maltraten. Les voy a compartir una experiencia que tuve con este tema.


Una persona comenzó a realizar comentarios pasivo agresivos en mi contra. Buscaba provocarme y dijo cosas con el evidente propósito de enfrascarse en una discusión conmigo. Y si bien no me enojé ni la ofendí ni reaccioné a partir del odio, sí argumenté, si me defendí, y si le hice ver a la persona con argumentos bien pensados que aquello de lo que me estaba acusando era falso. Más adelante, esta persona me dijo que “estaba muy decepcionada de mí porque la manera defensiva en la que me comporté era incongruente con el mensaje que doy”. Perdón pero una cosa es ser espiritual y otra muy diferente es ser un imbécil que se queda de brazos cruzados cuando le están levantando falsos.


Y claro, esta persona esperaba de mí una reacción pasiva y sumisa porque hablo mucho acerca de buscar tomar siempre la postura más elevada posible. Pero no por ser una persona espiritual que busca constantemente el mejorarse vamos a permitir abusos en nuestra contra. Ser espiritual es todo lo contrario: es reconocer nuestro valor como personas –el cual es el mismo que el de los demás– y por virtud de nuestra condición como humanos merecemos que se nos trate de cierta forma y no debemos permitir que nos traten de otra. Ser espiritual no es ser pobre, ser miserable, dejarnos de los demás, o ser “esotéricos”. Ser espiritual es reconocer que somos mucho más que este cuerpo y que esta vida; que somos parte de la fuerza creadora del universo, y actuar en consecuencia de esta sabiduría. 

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