CÓMO DEJAR DE HACERSE LA VÍCTIMA

 

Todas las personas en algún momento hemos escuchado el concepto de que alguien “se está haciendo la víctima”, y de hecho, es muy probable que nosotros, en algún momento, nos hemos hecho la víctima. La postura de víctima es, en resumen, hacerle como que nosotros no tenemos absolutamente nada que ver con las situaciones que estamos viviendo. Y como creemos esto, nos sentimos indignados u ofendidos, ya que estamos convencidos de que no tenemos nada que ver con una situación, somos “víctimas” indefensas.


La postura de víctima es muy cómoda porque así podemos evitar responsabilizarnos de nuestra propia vida, lo cual es una responsabilidad muy grande. El escuchar que nosotros tenemos total control sobre nuestra vida puede parecer intimidante, y hasta cierto punto de nuestra evolución espiritual, preferimos negarnos ante esta realidad. Es mucho más fácil y cómodo vivir en modo automático e inconsciente, sin tomar consciencia de nuestras acciones, a asumir que todo lo que hacemos, decimos y pensamos, tiene un efecto directo en nuestra vida.


Hacernos las víctimas representa el mayor obstáculo en el camino espiritual puesto que no podemos reconocer el poder creador que tenemos sobre nuestra vida, si nos sentimos víctimas. Hay situaciones en donde es evidente que estamos haciéndonos la víctima y las personas lo sabemos, como por ejemplo cuando provoco a alguien y esa persona reacciona y me agrede. Puedo pensar “pobrecito de mí, solo estaba ofendiendo a esa persona y ella reaccionó golpeándome” y pensar genuinamente que soy víctima.


Pero por otro lado, hay cuestiones a las que no podemos encontrarle una explicación en la que no somos la víctima viéndolo desde la perspectiva de esta vida. Los ejemplos que más se usan para debatir la idea de que nadie es víctima, es el caso de una violación o un robo. Aparentemente sí somos víctimas si vivimos alguna de estas situaciones: no es como que alguien provoque su propia violación o que incite a alguien a que le robe. Esto parece ser que de ninguna manera tiene algo que ver con nosotros y solo tuvimos mala suerte.


Al ver estos ejemplos desde una perspectiva espiritual, la explicación cambia. Si analizamos desde la visión espiritual lo que nos sucede, comprendemos dos grandes hechos que nos ayudan a salir del rol de víctima. El primero: todas las personas hemos tenido vidas pasadas, en donde obramos acciones tanto positivas como negativas. Las acciones positivas son la razón por la cual ahora tenemos una vida humana, con libre albedrío, en la que podemos responsabilizarnos de nuestras acciones.


Las acciones negativas, son la razón por la cual vivimos circunstancias a las que a veces no les encontramos una relación directa con nuestras acciones de esta vida. Por ejemplo: un robo o una violación. El segundo hecho que comprendemos desde la visión espiritual es que absolutamente todo lo que pensamos, decimos y hacemos, sembrará una semilla en nuestro espíritu, que más adelante va a madurar. El fruto de esta semilla será una experiencia que nos hará sentir de una manera igual a la intención de nuestras acciones. Esto es la ley del karma.


Si yo he actuado con malicia, buscando hacerle daño a alguien, al mismo tiempo sembré dentro de mi una semilla, que va a florecer como una experiencia en donde yo sufra tanto como hice sufrir a la otra persona. Esta semilla puede florecer en esta vida o no; nosotros no tenemos el control de cuándo ni cómo florecen las semillas kármicas que hay en nuestro espíritu. Por eso el mundo exterior parece caótico y que no podemos controlarlo: simplemente la vida nos arroja los frutos de las semillas que tenemos plantadas dentro nuestro.


Cuando una persona carece de conocimiento acerca de nuestra naturaleza espiritual, entonces obviamente va a sentirse indignada si vive alguna situación como las que ya mencioné, en donde aparentemente “somos víctimas”. Y no se trata de señalar o juzgar a las personas por su ignorancia acerca del karma y de las vidas pasadas, pero caer en este rol en el que nos sentimos víctimas de la vida es muy peligroso por muchas razones, habiendo dos especialmente importantes.


La primera razón por la que es muy peligroso hacernos la víctima, es porque al hacerlo, generamos más karma negativo o sembramos más semillas negativas en nuestro espíritu. Cuando vivimos alguna situación desagradable, fruto de nuestras acciones negativas del pasado, podemos optar por experimentarla con sabiduría, reconociendo que solo es la cosecha de lo que sembré. O podemos experimentarla con ignorancia, sintiéndonos víctimas, y generando enojo, odio, resentimiento, etc.


El problema de reaccionar de esta manera es que comenzamos a hacer cosas motivados por estas emociones, que son negativas. Volvemos a sembrar semillas que más adelante van a madurar como otra experiencia negativa. Por ejemplo: si alguien me roba y me reconozco como una víctima de la situación, entonces me siento con el derecho de robarle a alguien. Hay un dicho que dice “ladrón que roba a ladrón, tiene 100 años de perdón”. Esto no es cierto; ladrón que roba a ladrón está creando las causas para que en el futuro le roben.


Obviamente podemos oponer resistencia a aceptar muchas cosas que vivimos por pensar que en esta vida seríamos incapaces de hacer algo así. Si alguien abusa de nosotros podemos pensar que nosotros jamás abusaríamos de alguien. Pero eso es en esta vida: tenemos que saber que en nuestras vidas pasadas, hace cientos o miles de años que estábamos mucho menos revolucionados que ahora, cometimos toda clase de atrocidades. Esto no debe ser motivo de tristeza, sino al contrario: debe motivarnos a sembrar semillas positivas.


La segunda razón por la que es muy peligroso hacernos la víctima, es porque estamos diciéndole al universo con la baja vibración que tiene el rol de víctima, que no tenemos ningún poder sobre nuestra vida. Cuando nos reconocemos como víctimas, nos reconocemos como inútiles e incompetentes. Nos vemos a nosotros mismos como fichas de ajedrez siendo jugadas al azar, como espectadores de nuestra vida, y no como los creadores. Sintonizar con esta frecuencia de victimismo nos despoja de todo nuestro poder.


Y además, estamos diciendo al universo: un renacimiento humano con libre albedrío es mucho para mí. Estamos pidiendo que nuestro siguiente renacimiento no tenga tantas libertades como tenemos siendo seres humanos. Estamos pidiendo renacer como un animal tal vez, que no debe preocuparse por responsabilizarse, sino que solo actúa a partir de sus instintos. Pocas cosas son tan peligrosas como el adoptar el rol de víctima ante nuestra propia vida. Hacerlo es renunciar a la oportunidad excepcional que tenemos como seres humanos, capaces de sembrar semillas kármicas positivas, y así progresar espiritualmente.


Puede ser algo retador el tener este reconocimiento y tomar la responsabilidad de nuestra vida. Es muy cómodo no hacerlo; es muy cómodo echarle la culpa a las personas, al gobierno, al clima, al sistema, a la economía… cuando somos víctimas siempre podemos encontrar un culpable. Pero para serlo, no se necesita ningún esfuerzo. No necesitamos desarrollar nuevas y mejores maneras de pensar y de vivir. Necesitamos dar el mínimo para hacernos la víctima. Por otro lado, necesitamos de mucho coraje para responsabilizarnos.


Necesitamos de sabiduría y de un intenso deseo de evolucionar y mejorarnos, para tomar la responsabilidad sobre nuestra vida y renunciar a hacernos la víctima. Hacerlo tiene muchos beneficios, como lo es el aprender a crear nuestra realidad y a saber tomar lo que sea que la vida nos de con una mejor actitud. A cada instante se nos presentan dos opciones: ser víctimas o ser responsables. Ser víctimas va a ser cómodo y no requiere ningún esfuerzo de nuestra parte, pero nos va a dejar atrapados en el lugar en el que estamos, sin la oportunidad de seguir creciendo y evolucionando.

Comentarios