Todo el tiempo hay mucha información a nuestra disposición y para nuestra evolución, en la realidad que percibimos e interpretamos. La ley del espejo es una de las leyes más importantes en la toma de consciencia y en el desarrollo espiritual, puesto que nos permite reconocer aquellas partes de nosotros que por una u otra cosa hemos reprimido o nos rehusamos a aceptar. Y aunque a grandes rasgos esta ley podría resumirse como que aquello que te molesta en otro lo debes sanar en ti, o que “lo que te choca, te checa”, cuando la analizamos con profundidad podemos comprender por qué es que manifestamos determinadas situaciones o nos sentimos atraídos a ciertas personas.
Los principios de la ley del espejo
Tenemos que entender que esta ley no es literalmente que si algo te molesta del otro, tú lo tienes. Por ejemplo, el hecho que te molesten las mentiras no quiere decir que seas una persona mentirosa como tal; pero sí podría ser que te estás mintiendo a ti mismo o a ti misma respecto a lo que estás haciendo con tu vida. Aquí el aprendizaje importante que hay que absorber de esta aversión o este rechazo hacia las mentiras es cuestionarte en qué área de tu vida te estás mintiendo, o qué tanto es una mentira esa imagen tuya que le muestras a los demás.
Otro aprendizaje importante que nos da esta ley es que siempre que alguien nos diga algo de nosotros mismos que nos moleste o toque fibras emocionales, es porque seguramente eso que nos dicen es verdad. Cuando alguien dice cosas de ti que son falsas, lo puedes dejar ir con facilidad porque es algo que no resuena contigo; no le das importancia porque no te ves reflejado en aquello que te están diciendo. Pero otro lado, si el hecho de que te digan que, tal vez, eres una persona mal agradecida te molesta, es conveniente que revises esta parte de tu vida y la evalúes.
Cómo funciona esta ley en la vida real
Te voy a compartir una experiencia personal para poder dejar más claro cómo funciona esta ley. Yo solía emitir juicios imprudentes hacia aquellas personas que se quejaban de que no llegara una persona, su príncipe azul o algo por el estilo, a solucionarles la vida. Siempre que escuchaba a alguien decir “por qué no me encuentro una pareja que me compre cosas y me lleve de viaje” realmente me molestaba. Me parecía de muy mal gusto que una persona soltara de esa manera la responsabilidad sobre su vida y la pusiera sobre las manos de otra persona. Y cuando esta molestia ante dichas personas ya era insostenible, busqué la ayuda apropiada.
En terapia, pude darme cuenta y reconocer que yo crecí escuchando justamente esto: que sería maravilloso que llegara alguna persona y por arte de magia esta persona satisficiera todos mis deseos y necesidades económicas. Y una parte de mí, de la cual no quería apropiarme y en lugar de reconocerla y cuestionarla solo la reprimía y la negaba, también esperaba esto. Tenía esta idea de que “la vida me debía algo” por todas las situaciones retadoras que he vivido, y en consecuencia esperaba que la vida me mandara algo que me liberara de tener que trabajar el resto de mi vida.
Por mucho tiempo, sin darme cuenta conscientemente de ello, yo esperaba ganarme la lotería, que me contactaran para decirme que me habían dejado una herencia, e incluso que una persona famosa en redes sociales me contactara para regalarme dinero. Ahora que ya he trabajado en esta parte de mí, me da risa y reconozco lo absurda que es. Pero antes de apropiarme de esta parte mía, realmente estaba limitando mi vida puesto que yo me rehusaba a dar el 100% a la hora de trabajar o de crear algo. Como en verdad sentía que la vida me debía algo y que seguramente en cualquier momento me iba a caer una fortuna del cielo, no sentía el deseo ni la necesidad de darlo todo de mí.
De hecho, yo por mucho tiempo sentí temor al trabajo duro, a tener que invertir muchas horas y energía en crear para mí la vida que deseo, porque negaba y reprimía esta parte de mí, que me mantenía soñando que de un día para otro un milagro iba a solucionarme la vida. Esta manera infantil y absurda de pensar me mantuvo mucho tiempo al margen de hacer las cosas, pero hacerlas sin comprometerme al 100% puesto que no lo veía necesario. Después de reconocer que me molestaba esto en las demás personas porque yo lo tenía, pude trabajar en esta forma de ser tan mediocre.
Reconociendo lo que rechazas
Lo más interesante de esta ley es que no solo nos explica por qué ciertas cosas de los demás nos pueden molestar, o por qué determinadas críticas pueden afectarnos. También nos hace ver por qué buscamos ciertas características en una persona, o por qué queremos vivir determinadas cosas. En el estudio de la conciencia humana se sabe que el espíritu tiene una tendencia natural hacia sentirse completo y en plenitud. Siempre que sintamos que carecemos de alguna cualidad, vamos a proyectarla ahí afuera y vamos a hacer todo por conseguirla, ya que no tomamos consciencia de nuestra naturaleza espiritual.
Yendo más allá de las apariencias o de lo físico, las personas en realidad no queremos una pareja atractiva, o manejar el mejor coche, o vivir las mejores experiencias. Lo que las personas queremos son las sensaciones que vienen de tener estas cosas. Tener una pareja nos hace sentir amados; tener un buen coche nos hace sentir importantes; tener las mejores experiencias nos hace sentir exitosos. Al final, lo que nos mueve y nos impulsa a hacer las cosas no son las cosas por sí mismas, sino las emociones y sensaciones que creemos que estas cosas van a darnos.
Pero conforme vamos desarrollándonos espiritualmente, nos damos cuenta de un hecho bastante sorprendente: ninguna cosa externa a nosotros puede hacernos sentir de alguna forma en especifico, a menos que designemos sobre esa cosa aquello que queremos sentir. Por ejemplo, si yo aseguro que la felicidad solo la experimento cuando estoy comiendo cosas con azúcar, entonces voy a invertir todo mi tiempo y mi energía en conseguir estos alimentos, ya que –según yo– la felicidad que tanto deseo me la puede dar el azúcar.
Y aquí comienza a manifestarse algo muy curioso: mientras más asegure que el azúcar me hace feliz, más escenarios voy a crear en donde consuma azúcar, y siempre terminaré sintiéndome defraudado porque el azúcar no es causa verdadera de felicidad. La felicidad es un estado mental y solo puede generarse dentro nuestro, no por medio de algo externo. En la medida en la que nosotros designamos “ahí afuera” cualidades que creemos no tener –como abundancia, salud, amor– entonces más voy a crear escenarios de sufrimiento para entender que ahí afuera no encontraremos lo que buscamos.
¿Lo que tú quieres o lo que tu espíritu quiere?
Nuestro espíritu tiene una tendencia natural hacia sentirse completo y pleno. Por lo tanto, se vale de una herramienta infalible: el sufrimiento, para hacernos entender que solo reconociendo dentro nuestro las cualidades que buscamos ahí afuera, es que podremos sentirlas y experimentarlas. Yo no voy a manifestar abundancia hasta que me sienta abundante; no manifestaré amor hasta amarme; no manifestaré salud hasta saberme merecedor de habitar un cuerpo sano.
Todo lo que creemos carecer y que proyectemos ahí afuera por medio de la ley del espejo, es algo que ya vive dentro nuestro, pero que aún no nos damos cuenta. Si voy poniendo más y más condiciones para sentirme abundante, digno de amor o simplemente feliz, entonces ALEJO estas cualidades de mí; por lo tanto, sufro. Cuando pensamos “seré feliz cuando…”; “seré abundante cuando…”; solo estamos postergando estos estados mentales que ya tenemos en este momento y todo el tiempo.
Y nuestro espíritu va a crear constantemente escenarios en donde estas condiciones nos defrauden. Si creo que seré abundante al tener un coche nuevo, tal vez lo tenga, y al poco tiempo volveré a sentir la escasez. Si creo que seré digno de amor hasta tener un nuevo teléfono, tal vez lo tenga, y al poco tiempo volveré a sentirme miserable. Todo lo que proyectamos ahí afuera ya vive dentro nuestro; y nuestro espíritu necesita que lo reconozcamos y vivamos con esta consciencia, para así poder realmente vivir y experimentar esas sensaciones de amor y bienestar que tanto deseamos.
Comentarios
Publicar un comentario