LA EVOLUCIÓN DE LA MENTE

La mente, la conciencia o el espíritu es lo que realmente somos: es lo que habita este cuerpo y lo que está experimentando la vida humana. Nosotros no somos nuestro cuerpo, pero así como el cuerpo va evolucionando con el paso del tiempo, la mente también lo hace. La diferencia entre la mente y el cuerpo, es que el cuerpo cumple todo su ciclo evolutivo en el equivalente a una vida humana, que es alrededor de 70-80 años en el mejor de los casos. La mente, por otro lado, evoluciona a lo largo de eones de tiempo: esto lo explicó Buda. Se requieren muchas vidas para lograr hacer que nuestra mente evolucione al máximo posible como seres humanos.

 

La mente, al igual que toda forma de vida, recorre un camino desde su forma más básica hasta su forma más experimentada. Inicialmente, muchas personas nacemos con una mente que está en el nivel del experimentador. La mente del experimentador es aquella mente que está total y completamente absorta en sus pensamientos: experimenta –literalmente– todo lo que piensa de una forma muy intensa. Una característica de este nivel mental es que la persona con esta mente no se da cuenta de lo que está pensando: ignora sus patrones de pensamiento, sus creencias, sus prejuicios, etc., y no logra controlar lo que piensa.

 

El principal reto que la mente en este nivel enfrenta es el poder cuestionar sus propias ideas y abrirse a la realidad de que existen otras formas (usualmente más constructivas), de pensar y de vivir. Esta mente, al estar saltando de un pensamiento a otro sin siquiera darse cuenta, manifiesta únicamente lo que tiene programado en el subconsciente, pues al no contar con la capacidad de enfocar sus pensamientos en aquello que desea para manifestarlo, entonces su energía está canalizada en la mente subconsciente, de la cual desconocemos gran parte de su contenido y por eso manifestamos cosas que nos parecen aleatorias y sin sentido.

 

Esta mente logra evolucionar por medio de técnicas, tales como el mindfulness, en donde nos concentramos en y nos volvemos conscientes de lo que estamos pensando, en lugar de solo pensar a lo loco y estar viviendo en automático, para así ir identificando paulatinamente los patrones de pensamientos que gobiernan nuestra vida, y con ello poder comenzar a cuestionar las cosas que damos por hecho y que no necesariamente lo son. Este es el primer gran paso en la evolución de la mente: reconocer con humildad que no lo sabemos todo, que aquello que creemos saber tal vez esté errado, y que hay una infinidad de cosas por aprender.

 

Con esto, también nos volvemos capaces de darnos cuenta cuando nuestros pensamientos nos están haciendo daño: escuchar esto cuando nos encontramos en este nivel mental suena algo inverosímil, pero es un hecho. Cuando no somos conscientes de lo que pensamos, podemos perdernos en pensamientos negativos que tienen un efecto en nuestro cuerpo; nos pueden causar ansiedad, depresión, nerviosismo, ira, etc., y como no nos damos cuenta de que nosotros generamos estas emociones en nuestra mente, buscamos causas externas a las cuales atribuirles lo que estamos sintiendo.


La evolución de la mente experimentadora: la mente observadora

 

Solo hasta que hemos aprendido todo esto y comenzamos poco a poco a vigilar nuestra mente y a intentar mantenerla tranquila, es que la mente comienza a evolucionar y pasamos de ser los experimentadores de los pensamientos incesantes, a los observadores de los pensamientos. La mente en el nivel evolutivo del observador se distingue porque uno cada vez se vuelve más capaz se identificar sus pensamientos negativos y detenerlos, además de que se desarrolla una habilidad de percatarse de actitudes o patrones de pensamiento que no son constructivos, y así, uno puede comenzar a cambiarlos.

 

El observador es el vigilante siempre atento de la mente: en este nivel, uno comienza a manifestar sus pensamientos con mayor facilidad, ya que retomamos todo ese poder que despilfarrábamos en pensamientos sin sentido, y empezamos a pensar conscientemente en cosas que de verdad queremos. Como lo dijo Buda Shakyamuni: la mente lo es todo; aquello que pensamos, es en lo que nos convertimos. La mente es el origen de absolutamente todo: todo lo que existe en el planeta, comenzó como un pensamiento. Y nosotros podemos traer nuestros pensamientos a la realidad si sabemos cómo utilizar nuestra mente.

 

Conforme más tiempo pasamos observando nuestros pensamientos, más nos conocemos y podemos descifrar aquello que está enterrado en nuestro subconsciente. Todas las cosas que hemos vivido quedan registradas en el subconsciente, y algunas se vuelven parte de nuestra personalidad sin que nos demos cuenta o sin que de verdad queramos ser así, pero hasta que evolucionamos mentalmente y comenzamos a observarnos, en lugar de experimentar todos nuestros pensamientos como si fueran la verdad absoluta, es que nos damos cuenta de todo lo que tenemos por trabajar para volvernos en la mejor versión de nosotros mismos.


La evolución de la mente observadora: el testigo


Y así, conforme pasa el tiempo, nos observamos, nos conocemos, nos cuestionamos y cambiamos nuestras percepciones u opiniones negativas, es que comenzamos a dejar de ser el observador de la mente, y evolucionamos a volvernos el testigo. Debo mencionar que lo que he explicado acerca del experimentador y el observador lo sé por experiencia propia, sin embargo, sigo conociéndome y sé que aún tengo mucho camino por recorrer, así que de aquí en adelante explicaré la teoría que sé acerca de las siguientes etapas de la evolución de la mente, pero dejando claro que no las he experimentado; son niveles muy avanzados.

 

Más allá del observador, está el nivel mental del testigo. El testigo, como su nombre lo indica, ya no está observando con el fin de intervenir o de buscar corregir algo, sino que ha logrado desapegarse por completo de la satisfacción que da la autoría de los pensamientos, para así atestiguarlos como si se viera cualquier otra cosa. La razón principal de que sea tan complejo el dejar de pensar es que todos nosotros, secretamente, nos vemos recompensados con cada pensamiento que tenemos con alguna sensación. Todos nuestros pensamientos son como un parque de diversiones, en donde obviamente, nos encontramos muy entretenidos.

 

No obstante, cuando generamos la motivación de abandonar el placer que nos trae estar pensando todo el tiempo, y comenzamos a elevar nuestra frecuencia hasta el nivel de la paz, entonces ya no necesitamos los pensamientos: ya no es necesario que nos entretengamos o que estemos buscando alguna escapatoria del mundo real. En el nivel del testigo, que es propio de quienes están por alcanzar o ya han alcanzado la iluminación espiritual, se ha renunciado por completo a las gratificaciones que vienen de pensar. Simplemente existe una paz permanente que nos permite estar satisfechos con lo que es y lo que hay en el aquí y en el ahora.

 

La evolución del testigo: conciencia pura


Y entonces, cuando uno se ha vuelto el testigo de su propia mente y de la realidad, la cual ahora se puede percibir como es realmente, en lugar de lo que todos los seres no iluminados percibimos, llegamos a la conciencia pura: esa parte de nosotros que está experimentando la vida humana, nuestra mente o espíritu, es el último nivel que alcanza la mente en la vida humana. Aquí, como explico en el video de la iluminación espiritual, uno ha llegado al máximo nivel energético o de vibración que el cuerpo humano soporta. La consciencia pura –nuestro espíritu– se ha liberado finalmente del ego y del karma.

 

La consciencia pura se distingue por ser, según en las palabras de quienes la han experimentado: exquisita, amorosa, compasiva, abrazadora, poderosa… todas las sensaciones positivas que podamos imaginar y más. Es un estado de dicha conocido también como el Nirvana, y la única forma de alcanzar este estado es trascendiendo el ego y purificando el karma: te recomiendo que vas leas las dos publicaciones que tengo hablando acerca de esos temas, para que tengas el panorama completo de lo que es la mente humana. En el Nirvana, todo nuestro aprendizaje como seres humanos ha concluido.

 

Es el destino de todos nosotros alcanzar el Nirvana, iluminarnos espiritualmente, y experimentar la mente que es consciencia pura, en donde ya no hay más sufrimiento ni malestar. Todos tenemos un largo camino por recorrer, pero es bien sabido que en esta vida, a todos se nos presenta la oportunidad de lograrlo. Por eso la vida humana es sumamente especial y hay que valorarla y aprovecharla cada día, pues tenemos en este momento la oportunidad de evolucionar al máximo de nuestro potencial, y de saldar todas las cuentas que tenemos pendientes de nuestras incontables vidas pasadas.

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